AUDIENCIA 50 / OPERATIVOS CONJUNTOS Y TORTURAS EN LA SÉPTIMA

11-06-2021 | Continúan las testimoniales. En la audiencia de hoy declaró Antonio Santiago Tello, un exconscripto que aportó muchos datos sobre centros de detención y operativos represivos. Luego, Pablo Seydell se refirió a su secuestro en la Comisaría 7.a y señaló a Ramón Dagoberto Álvarez como uno de los policías que participó en sus torturas. La próxima audiencia es el 25 de junio a las 9:30.

En la jornada se oyeron los testimonios de Antonio Santiago Tello y Pablo Seydell. El primero aportó a los casos en donde se investiga la participación de la Fuerza Aérea y del Destacamento de Inteligencia; el segundo refirió a su detención en la Comisaría 7.a y las torturas a las que fue sometido. Reconoció al imputado Álvarez.

Antonio Santiago Tello

Hizo el servicio militar en Mendoza en en la década del setenta. La segunda vez lo reincorporaron debido al conflicto por el Canal de Beagle. En esa ocasión estuvo tres o cuatro meses en Córdoba.  Ya había declarado en la etapa de instrucción.

Audiencia 50
Audiencia 50

El primer año cumplió funciones en la Compañía de Comandos y Servicios del Ejército, donde vio que había personas detenidas aunque no tenía permitido acercarse. Cree que eran mujeres pero no pudo precisarlo. Tello recordó que la compañía estaba a cargo del teniente Ledesma y allí eran asignados quienes tenían sumarios o estaban cumpliendo un castigo por alguna inconducta. Como conscripto, después fue derivado a la Compañía de Comunicaciones de la Octava Brigada de Infantería de Montaña. De aquel predio destacó la existencia de un terreno rodeado por un alambrado, como un patio interior sin techo, donde había hombres detenidos.

El fiscal Daniel Rodríguez Infante le preguntó por su actividad como chofer y Antonio Santiago Tello relató lo que vivió. Un día de Semana Santa llevó en un Jeep al teniente Coronel Suárez a Guaymallén, precisamente a la intersección de las calles Uruguay y Alberdi: “Habían sacado a un subversivo, no sé si lo mataron o no lo mataron”, aclaró. Suárez estaba como responsable “de semana” o “jefe de día”.

“Había un alboroto terrible, mucha gente—recordó el testigo—. Se arrimó gente que si vos ves en la calle no podés creer que sean policías”. Tenían pelo largo y cierta forma de vestir que no aparentaban pertenecer a las fuerzas de seguridad, manifestó. Había habido un tiroteo y esas personas —a quienes el testigo interpretó como policías— se acercaron a hablar con el coronel y le dijeron “que ya los tenían”. Estuvieron allí entre media y una hora, junto con otros dos soldados como custodia. Suárez siempre estuvo con ellos y luego volvieron al Comando: “No supe concretamente qué pasó”, se sinceró el testigo. Sí pudo asegurar que había “soldados uniformados desparramados por todos lados”, de distintas compañías del Ejército.

Todo lo relatado por Antonio Santiago Tello coincide con el operativo contra María del Carmen Laudani y Jorge Alberto José, una pareja oriunda de Mar del Plata que fue ejecutada en la vía pública en San José, Guaymallén. Fue el 10 de abril de 1977, un domingo de Pascuas, en el marco de un operativo contra militantes peronistas.

De su estadía en el Comando, Tello recordó a una señora que conocía e iba todos los días a preguntar por su marido, de apellido Montemayor. En la guardia había una lista de personas detenidas pero nunca le daban información. Él se cruzó con la señora cerca de la parada del colectivo, por la calle Pedro Molina antes de llegar a la Av. San Martín, y le dijo que su marido estaba alojado en la cárcel, que le hablara al capellán del Ejército, Horn, para poder verlo. Cuando Tello terminó el servicio, a Montemayor ya le habían dado la libertad. Un día, jugando a la pelota en la calle, la señora lo señaló y el exdetenido se acercó a agradecerle por haberle dado información a la mujer.

La Comisaría Séptima

Pablo Seydell ha declarado en múltiples ocasiones sobre su secuestro en esta dependencia policial en octubre de 1976. El presente juicio investiga la responsabilidad de un nuevo imputado, Ramón Dagoberto Álvarez.

Seydell refirió que la Séptima funcionó como un centro clandestino de detención. Allí, junto a otros “acusados por razones políticas” como Amaya, Luna, Moretti y Bravo sufrió interrogatorios y tormentos. Los calabozos se encontraban en la planta baja, que tenía salida al patio. Por una escalera se accedía al primer piso donde se practicaba la tortura, de modo que desde los calabozos oían constantemente el sufrimiento de los demás. 

Pablo Seydell

Según el testigo, la sala de tortura “estaba muy bien equipada, no era una cosa improvisada”. En una ocasión lo trasladaron antes de que hubieran terminado con Francisco Amaya y permaneció arrodillado en un pasillo. En el mismo camastro manchado con los fluidos corporales de Amaya lo torturaron luego a él: “Es demostrativo de lo que fue la comisaría”, expresó.

Al quinto o sexto día, relató, lo retiraron por la noche del calabozo y le advirtieron que iba a estar sin venda. En el primer piso lo dejaron frente a Juan Rubén Bravo. Pudo verlo sentado en una silla y “en un estado de deterioro muy grande”. Repitieron una vez más el mismo movimiento y finalmente lo regresaron al calabozo. Bravo continúa desaparecido.

Fiscalía
Ministerio Público Fiscal

La tortura, explicó, estuvo casi siempre a cargo de las mismas personas: pudo determinarlo por sus voces y perfumes. Los dos interrogatorios, por el contrario, los llevaron adelante distintos equipos. Uno dijo ser de la Aeronáutica y otro, por la tonada, era indudablemente de Córdoba: la familia Seydell tenía larga historia de militancia en esta provincia y eso era lo que interesaba a quienes hacían las preguntas. También lo interrogó alguien que se hacía llamar “porteño”, que participaba de las sesiones de tortura. Quienes realizaban los traslados violentaban igualmente a los detenidos. El testigo reconoció a Garro, Lorenzo y Lazo.

Una mañana se despertó aislado en una celda en un extremo del patio con una patada de Garro y del comisario: “¿En qué andás vos?”, le preguntaron. Tenía los brazos cruzados y atados. Según el médico, le habían luxado y subluxado los hombros. El revuelo se produjo porque la madre y la hermana —María Celeste— del testigo habían viajado de Córdoba a buscarlo. Seydell había pasado el teléfono de su familia a un policía de la misma seccional, quien efectivamente avisó sobre su paradero. Las dos mujeres se presentaron en la comisaría preguntando por él y quedaron detenidas y encapuchadas en la recepción. Luego las retiraron con destinos desconocidos. Su hermana fue liberada en marzo mientras que su madre estuvo presa más de tres años.

El fiscal Daniel Rodríguez Infante recordó algunas declaraciones previas de Seydell. Le interesaba particularmente una de 1986 en el Juzgado Federal. El testigo relató que la doctora Blanco lo citó ese año a un reconocimiento en rueda de los posibles responsables. En el lugar no había vidrio y Seydell quedó solo frente a los ocho o nueve sospechosos. Fue amenazado por uno de ellos, a quien reconoció como organizador de las “pateaduras diarias” que padecían los detenidos en la Séptima. No sabía su nombre. También había robado sus pertenencias al ingresar en la dependencia policial.

Posteriormente, en 2006, lo convocaron para un reconocimiento fotográfico. Allí señaló a la misma persona, a quién describió como “braquicéfalo”. Junto a otro policía de apellido Córdoba se encargaba de los “ablandes” a patadas. El fiscal explicó que se trataba de Ramón Dagoberto Álvarez.

La próxima audiencia será el 25 de junio a las 9:30.


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